Crónicas urgentes
De la emergencia a la revolución (Primera parte de dos)
Claudia Constantino
Para
Vivian, Manuel y Pablo
Dle.rae. Revolución:
1. Acción y efecto de revolver o revolverse. Es
martes. Los martes nunca pasa nada extraordinario, es el día más aburrido de la
semana, hay que andar inventando cómo sacarle brillo. Despierto con dolor de
cuerpo y un malestar general por el que me resisto a levantarme. Más tarde de
lo habitual, y con desazón voy a la
cocina. Reviso la prensa como siempre, no quiero café, yo que siempre quiero
café. A las once en punto, suena la alerta sísmica, como estaba previsto.
Celebro que tras escucharla, la tierra está quieta. Lo digo a mi ayudante.
—
Chelita, que bonito se siente que suene la alerta sísmica y que no tiemble.
—
De veras que sí, Señora. Responde.
Avanzo en los pendientes, una cosa
lleva a otra, pasan de la una y no me he bañado aún. A las dos y media debo estar
en la escuela de mi hijo. Al fin, enfilo al baño, me desnudo y a punto de
entrar en la regadera, vuelve a sonar la alerta sísmica, al tiempo que todo
comienza a moverse violentamente. Alcanzo a ponerme una bata, las pantuflas,
tomar mi celular y salir corriendo.
Mientras bajo las escaleras, entro en
un gusano de tiempo, los segundos ya no existen, se han vuelto minutos, o
incluso siglos. Estoy segura de que los míos están bien. Es una certeza
absoluta. Doy gracias a Dios porque no están conmigo, ahí. No se nada de
terremotos, soy jarocha, pero sé bien que este no es un temblor cualquiera. Las
paredes se agrietan, los recubrimientos se levantan y se vienen abajo, las
escaleras comienzan a desprenderse, la gente trata de salir como estampida de
animales que corren por su vida.
Mientras bajo alcanzo a ver el patio
de la escuela de junto, las maestras aterrorizadas, sacan a los pequeños a
la calle y gritan que “el edificio se va a caer.” Estoy segura que sí. Segura.
Al llegar al segundo piso, he bajado tres, la vecina del 201 está sentada en la
escalera al tiempo que grita, y no se puede levantar. Es mayor, y con muchos
kilos extra. No puedo bordearla y seguir mi carrera. Como sea la jalo, la apoyo
en mi, seguimos bajando. Caen ventanales completos, todo cruje, se rompe, se
cae.
Al fin alcanzamos la calle. No lo
puedo creer. Seguimos ahí. Todo se detiene. No hay celulares,
ni redes. El primero en reaccionar el WhatsApp y después Facebook. La primera
en reportarse es mi hija, estaba en Puebla y está bien. Luego mi hijo me dice
desde su escuela que todo en orden. Ya lo sabía, todos los míos, están bien. Mi
edificio y la ciudad entera se revuelven.
Dle. Rae. Revolución. 2. Cambio
profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas
de una comunidad nacional. En las
siguientes horas, los medios tradicionales de comunicación comienzan con su práctica
arcaica de manipular la información, para así manipularnos a todos, pero bien
pronto rompemos el cerco informativo y ríos de información veraz y eficiente
fluyen por las redes sociales. Conocidos, amigos, familias, clubes, organizaciones;
la sociedad civil en pleno, descubre que pueden convertirse en una extensa y
eficiente red de comunicación que nadie puede parar, acotar o manipular. Abriéndose paso entre los perversos que
tratan de confundir y propagar noticias e información falsa.
Comienzan las compras de lo necesario
para ayudar; todo el trasporte es gratuito; desconocidos llevan a desconocidos
en sus autos, camionetas, motos, bicis. Los hospitales privados no cobran; la
telefonía se libera a todo público, nadie tiene que hacer recargas
de tiempo aire. Los camiones foráneos traen de forma gratuita a quienes quieran
venir, de provincia, a ayudar, las líneas aéreas hacen lo propio; restaurantes
ofrecen alimentos gratuitos; se organizan las brigadas de voluntarios; las
donaciones no se hacen esperar, incluso fuera del país. Este sismo trajo
consigo el cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas
y socioeconómicas de una comunidad nacional.
Dle. Rae. Revolución. 3.
Levantamiento o sublevación popular. A medida que los días pasan, la
información continúa por esta nueva y libre vía que son las redes sociales y
debido a ello, la organización es posible. El pueblo se levanta y quienes antes
parecían indiferentes a los asuntos del país, hoy, llevan ropa, agua, comida,
medicamentos, levantan escombro; sacan basura; atienden niños; albergan
animales.
La organización
piramidal del poder está rota. Salen a menudo a dar sus comunicados, que ya no
son la palabra del rey. Hay miles de voces en la calle. Esas que no se quedan
atrapadas en los trámites, que no esperan dictámenes periciales o a que les
liberen los fondos para desastres. Esta nueva organización, atiende la
emergencia de inmediato, se levanta contra la clase gobernante, pasa sobre
ella, la rebasa, la supera, la anula.
Desesperadamente mandan a los
soldados, pero hasta ellos tiene una actitud diferente una vez que están en
la calle, ahí, quieren ser uno más de esta sociedad que con su amor y
fraternidad a toda prueba, tira muros, decretos, ordenes presidenciales o de la
armada y del ejercito. En las calles, marinos, soldados, rescatistas y
ciudadanos son lo mismo. Se los ve hombro a hombro. Los jóvenes a quienes acusábamos
de zombies o enajenados con las redes, son los nuevos líderes. Como si todo su
silencio hubiera sido sólo una etapa de preparación para este momento. La foto
de los funcionarios, del secretario, del presidente, a nadie le importa, salvo
para hacer memes. Todos los mexicanos sabemos lo que significa el puño en alto.
Pero también puede ser el símbolo de esta Revolución, porque este sismo comenzó
este levantamiento o sublevación popular.
Continuará…
Cualquier comentario para esta columna que sobrevivió al
sismo y vive felizmente esta revolución a: aerodita_constantino@hotmail.es
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